Roma Imperial > Emperadores romanos complementarios > Treboniano Galo

Cayo Vibio Treboniano Galo, nació sobre el año 206 d.C. En Perusia, más conocido como el Emperador Galo. Cónsul de Noeria en el año 250 d.C. Y gobernador en Panonia y Mesia, antes de ser nombrado emperador en 251 d.C. De una importante familia romana, ocupando cargos relevantes en el gobierno romano.

Tuvo la mala fortuna de ejercer su mandato en el periodo conocido como la “Crisis del siglo III” en donde Roma ya entrando en la fase de su progresiva caída hacia su fin como imperio occidental, donde tanto las guerras civiles, corrupciones, como las luchas y asesinatos por alcanzar el trono, se convirtieron en la vida diaria de sus gobernantes. Galo tuvo la suerte de que su antecesor Decio (249-250 d.C.), contra el cual conspiró, junto con su hijo Herenio Etrusco (227-251 d.C.) mueren durante la batalla de Abrito.

En aquellos momentos, cuando los bárbaros acechaban por las fronteras o limes del Imperio Romano, invasión de los escitas, y la continua penetración en territorio romano, de los galos, pero Galo durante uno de los ataques, y según cuentan los historiadores Zósimo y Zonara, dirigió el ejército hacia una zona pantanosa, donde los romanos tenían pocas alternativas y en cambio las tropas galas se desenvolvían con soltura, ganando estos la batalla, pudiendo retirarse a sus bases con todas sus impedimentas, botín de guerra y su prisioneros, a parte de grandes sumas de dinero, dado por Galo a más de facilitarles la retirada y, un excelente trato hacia la familia de su antecesor Decio, nombrando césar a su hijo Hostiliano (230-251 d.C.)

Estas actuaciones de Galo fueron muy mal acogidas por el Sanado, puesto que los historiadores griegos sospecharon que todos estos procederes formaba parte de un movimiento de traición hacia Roma, no obstante según los historiadores modernos no ven con claridad los extraños motivos de Galo.

Emiliano (206-254 d.C.), quiso ganarse a los soldados dándoles grandes sumas de dinero a fin de rebelarse contra los legionarios, y atacasen a los galos que volvieron a entrar en territorio romano y, de esta manera vengar la derrota sufrida en Abrito, pretendiendo el trono de Roma tal como sus soldados le ofrecieron.

Galo enterado de las pretensiones de Emiliano, regresa a Roma, mandando al jefe del Norte Valeriano (206-260 d.C.) que aprestar sus legiones contra el intruso. Emiliano avanza hasta Interamna (Terni) enfrentándose a Galo, pero las tropas de Emiliano incentivadas por el dinero y la superioridad frente al emperador y, sin llegar a combatir, se hacen dueños de la situación donde las tropas del emperador se rebelan contra Galo asesinándolo junto con su hijo Volusiano (230-253 d.C.).

Emiliano llega a Roma, donde el Senado acepta su nombramiento como Emperador, saludándolo vehementemente, quizás por miedo a su reacción, el cual promete toda clase de bienes para la nación, y librar al país de todos los bárbaros del Norte y Oriente.

Mientras tanto en el Norte, Valeriano es proclamado emperador de Roma por sus hombres, en cuyos momentos al frente de Roma se encuentran tres emperadores, Galo, Emiliano y Valeriano, pero la cuestión se resuelve momentáneamente con el asesinato de Galo, el 19 de febrero del año 254 d.C.

Los oficiales de Emiliano, viendo por una parte su inferioridad ante Valeriano, y sus posteriores consecuencias, a más de la insostenible idea del enfrentamiento entre las dos tropas de legionarios, con la agravante circunstancia insostenible por los continuos ataques de los bárbaros; deciden “salvar” la patria asesinando a su jefe Emiliano en el campamento de Espoleto, el 18 de mayo del año 254 d.C.

Valeriano al frente con la totalidad de los legionarios, es sancionado como emperador del Imperio Romano, con el beneplácito del Senado, en el mismo año de 254 d.C.

Durante el reinado de Treboniano Galo tubo que combatir una terrible peste bubónica que acabó con las mitad de habitantes de toda Italia, culpando Galo a los cristianos en la propagación de la epidemia, decretando una de las mayores persecuciones que hubieron contra estos, muriendo en ella el obispo Cornelio.

Termina así una de las tantas etapas oscuras y turbulentas del imperio.

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