Roma Imperial > Emperadores romanos complementarios > VI Heliogabalo

Vario Avito Bassiano, nacido en Emesa (la actual Homs, Siria) el año 203 d.C, hijo de Sexto Vario Marcelo y Julia Soemia Basiana. Siendo Emperador de Roma, tomó el nombre de Marco Aurelio Antonino Augusto, perteneciente a la dinastía severiana.
Es conocido por el nombre de Heliogábalo, muy posteriormente a su muerte, puesto que era sacerdote de Emesa, donde se rendía culto al dios de esa ciudad llamado El-Gabal o dios Sol, representado por un meteorito negro en forma de cono, siendo latinizado con el nombre de Heliogábalo.
En un principio Heliogábalo respetó a las deidades romanas de siempre, por lo que fue aceptado su nombramiento como emperador por los legionarios a pesar de la corta edad de catorce años, auspiciado por su madre y abuela, que proclamaron ser hijo natural de Caracalla, por lo que desde Siria fue llevado a Roma ya con el título en la mano.
Tampoco de momento los romanos se extrañaron mucho de las maneras en que Heliogábalo estrenó su nombramiento, al vestirse con una capa de seda dorada, los labios pintados de carmesí, con las pestañas teñidas con henné (tinte negro oriental de connotaciones religiosas), y adornándose las muñecas y tobillos con brazaletes de esmeraldas, además de una corona de brillantes ciñéndole la cabeza; Pero Roma ya estaba acostumbrada a esta clase de espectáculos.
Aun así, Heliogábalo ya comenzó mal su reinado, desentendiéndose en el gobierno del imperio, dejando que su madre y su abuela, dirigieran los destinos de Roma, proclamándose en una especie de Senado paralelo, con inclusión en este estamento de mujeres, que decidían, sobre la moda, etiquetas de la corte, sobre las ceremonias públicas e incluso poder decisorio sobre los senatoconsultos (eran los consejos o informes emitidos por el Senado en las consultas de los magistrados), naturalmente que todo ello desagradó al Senado, las intromisiones de las mujeres en asuntos que solo competían a los hombres.
Heliogábalo sin embargo era ajeno a todo ello, en principio quiso suprimir las religiones judaica, samaritana y cristiana, imponiendo su propio credo al dios Sol (El-Gabal) que hizo substituir a Júpiter Capitolino en las creencias ancestrales de los romanos. Y un crio de tan corta edad se rodeó de una pompa y boato al estilo oriental, hizo construir un carro, tirado por dos caballos blancos, subirse él mismo en un asiento dando la espalda a los equinos, y mirando embelesado a la piedra negra que representaba su dios Sol, tras este absurdo cortejo iban los demás dioses, junto con los ornamentos mas lujosos de palacio, por si ello fuera poco, a modo de lo que hoy diríamos una romería, dispuso que una vez al año, el carro con su deidad, fuese procesalmente transitando de un templo a otro a través de varias ciudades, acompañado de una guardia armada, seguidos de un cortejo de ciudadanos pordioseros y de baja calaña, portando antorchas, lanzando flores y coronas por doquier.
De acuerdo con tanto exhibicionismo, siguiendo Heliogábalo al pie de la letra en cuanto a los preceptos del dios Sol, practicó la horrible costumbre de los sacrificios humanos, especialmente con niños de corta edad, a la que Heliogábalo consentía con especial deleite, según cuenta el historiador Herodiano. En su palacio la depravación no fue menos, organizando orgías, en las que el sexo era el principal elemento de las mismas, en promiscuidad, donde el emperador no distinguía entre hombres o mujeres. Domésticamente no tuvo ningún inconveniente en casarse y repudiar a sus mujeres hasta cinco veces, por los motivos mas fútiles. De vez en cuando rememorando su pasado sacerdotal, era poseído de crisis místicas, otro día se circuncidó, también intentó en otra ocasión castrarse, tras construir un templo sobre su dios Sol (el meteorito negro), pretendiendo que fuera adorado por hebreos y cristianos, queriendo substituir el pedrusco a Jehová y Jesús.
Heliogábalo necesita para el mantenimiento de esta descomunal forma de vida, echar mano de las arcas del estado, ya de por si parcas en fondos monetarios, resintiéndose la hacienda gravemente, mas aun por causa de su antecesor Macrino, las guerras civiles sostenidas por el Imperio Romano y la Anarquía del siglo III.
Otra historia que se cuenta de Heliogábalo, fue la de un adivino prediciéndole una muerte violenta, ante lo cual volvió a vaciar el tesoro de Roma, con el fin de proveerse de toda una serie de instrumentos para su propio suicidio, cuerdas de seda para ahorcarse, una espada de oro, cajitas cubiertas de brillantes conteniendo cicuta.
La abuela de Heliogábalo Mesa, viendo las insensateces cometidas por su nieto pensando que no tardaría en caer bajo alguna magnánima daga, volvió los ojos hacia su otro nieto Alejandro, hijo igualmente de Caracalla, y aprovechando el buen entendimiento con sus tropas, quiso persuadir a Heliogábalo, fuera nombrado su primo como hijo adoptivo, en un principio el emperador aceptó, pero viendo la buena prensa de que gozaba, revocó la orden, suprimiéndole el título de Augusto.
Y vuelven a entrar en escena los temidos pretorianos, ya que al saber de estos hechos, no quisieron soportar por mas tiempo el gobierno sanguinario y terrorífico de Heliogábalo. Apartaron por seguridad a Alejandro, su madre Mammea y a su abuela Mesa en la ciudadela, yendo seguidamente a la quinta donde vivía Heliogábalo llamada “Jardines de Vario”, la súplicas de este logró retener a los pretorianos con la ayuda del prefecto Antíoco, hasta que un nuevo intento de perjudicar a su primo Alejandro, la guardia se precipitó tras el emperador y su madre, los cuales tuvieron que huir a toda prisa hasta cobijarse en unas letrinas cercanas, les dieron muerte a los dos, arrojándolos seguidamente al río Tíber.
Termina así el tiránico reinado de Heliogábalo con tan solo 18 años, en Roma el 11 de marzo del año 222. El Senado quiso eliminar toda huella del asesinado emperador, borrando de todas las inscripciones públicas su nefasto nombre.
No obstante tras la barbarie del desequilibrado emperador, a Heliogábalo Roma le debe la restauración del anfiteatro Vespasiano, destruido por un incendio, y la conclusión de las obras tan importantes como las Termas de Caracalla.
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