Antigua Roma > Gladiadores romanos > Gladiadoras, su aparición.

La aparición de los gladiadoras, aun siendo de una forma incipiente, ya se tenían noticias sobre sus actuaciones, antes del periodo imperial de Roma.

La figura de la gladiatura femenina de una forma más presencial y reglamentada, como ya se ha dicho anteriormente, corresponde a partir del reinado del emperador Nerón, en el siglo I de la era cristiana. Teniendo en cuenta que las gladiadoras pudieron ser plasmadas a través de los hallazgos arqueológicos, representadas bajo la forma de bajorrelieves, estelas funerarias, inscripciones, mosaicos e incluso por medio de pinturas al fresco sobre las paredes de las casas señoriales encontradas en lujosas villas romanas.

Sobre estos indicios, se sabe que también participaron en los juegos funerarios, al igual que los hombres, con el fin de honrar a guerreros preeminentes, o la celebración de algún personaje del pasado, en su memoria, en unos periodos que van del siglo tres al uno antes de Cristo. Igualmente, las gladiadoras participaban en distintos eventos, como podían ser fiestas de celebración, banquetes, acontecimientos familiares y, siempre naturalmente organizadas por gentes de relevancia social.

Si bien queda claro, que las gladiadoras, no se regían en todo por los mismos parámetros que los hombres, como pudiera ser en lo referente a los emolumentos de la munera gladiatoria, o en el trato personal al ser consideradas voluntarias en la lucha gladiatoria. Existiendo dos tipos de mujeres dedicadas al combate sobre la arena. En primer lugar las “feminae” (de clase alta socialmente) accedían a las armas por voluntad propia, sin ningún trato con los editores o lanistas, y por puro placer de esgrimir un arma o bien un afán de exhibicionismo, y sin ninguna cortapisa por parte de sus maridos o familiares, por lo que no percibían emolumento alguno. En cambio las “mulieres” (de baja extracción) acudían a estos eventos, también voluntariamente pero acuciadas por la necesidad de ganarse algún dinero, en todo caso, si, podían aceptar la ayuda del lanista, en cuanto al adiestramiento con armas e incluso con alojamiento que dicho lanista sufragaba, teniendo en cuenta que al percibir dinero en cada combate, de este le deducía una cantidad por la ayuda recibida, que es fácil pensar que no serian grandes cantidades por cada lucha. Las gladiadoras feminae, podían en algunos casos actuar como”auctorati” lo que hoy día se denomina autónoma, gracias a su elevado nivel adquisitivo.

Por descontado que tanto las gladiadoras feminae como las mulieres, no recibían entrenamiento ni alojamiento junto con los hombres, ya que supondría un contacto moral o social insostenible, teniendo lugar los adiestramientos en horas diferentes al efectuado por los hombres. Se daba el caso en las gladiadoras mulieres la condición de esclavas, las cuales estaban como los hombres a merced de sus amos, los cuales decidían cuando y como debían luchas en la arena, siendo para el lanista, una opción barata, al no tener que importar gladiadoras desde el extranjero.

Existían no obstante cierto tráfico de gladiadoras foráneas, las cuales eran exhibidas como un producto exótico que los romanos apreciaban especialmente, uno por ser mujeres y otro por su condición extranjera, produciendo un espectáculo doblemente valorado, siendo además un orgullo para la idiosincrasia romana, en lo referente a la demostración de un imperio que todo se lo podía permitir y, por el carácter chauvinista que generosamente exhibían en todos los ámbitos de la vida romana. Por otra parte la importación de gladiadoras extranjeras, reportaba un gasto considerable que solamente se lo podía permitir el estado o personas con un nivel económico muy elevado, por lo que las luchas de este tipo de gladiadoras, a lo que el pueblo llano ante las noticias de estos combates, sabían ya de ante mano que el espectáculo sería de un gran calidad.

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